lunes, 14 de octubre de 2013

La privatización de la democracia (Elecciones en Chile)


Elecciones en Chile

La privatización de la democracia

 

Daniel Martínez Cunill

Participación en el ciclo

 Tener memoria para el futuro”

 

Comenzaré por decir que entiendo por privatizar el acto de transferir una actividad pública al sector privado. Entiendo por mercantilizar el acto de comerciar - con interés-  objetos que no fueron hechos para ese fin.

 

A mi manera de ver, en las elecciones en el Chile de hoy, más allá de abstenciones y cifras diversas, lo que ocurre es que la cúpula político/empresarial del país ha privatizado la democracia reservando para los ciudadanos electores la condición de capital que se negocia bajo las leyes de la oferta y la demanda.  La clase política chilena se ha visto devorada por un espíritu mercantil, por un utilitarismo en que combina impúdicamente la pasión por el dinero y la pasión por el poder

 

Desarrollaré algunas ideas sobre la elección presidencial chilena basado en las siguientes premisas:

1.          El proceso electoral chileno se da en el contexto de una institucionalidad que conserva vivos los ejes medulares de la dictadura militar en materia constitucional.

2.          La izquierda que acude a esta convocatoria a elecciones lo hace enarbolando el ideario allendista sólo en términos éticos.

3.          Por el contrario, en términos socioeconómicos, en lugar de reclamarse heredera de Allende, propone una versión depurada y llena de buenas intenciones populistas, de un modelo neoliberal que no ha perdido vigencia desde 1973.

4.          De tal manera que la disputa electoral chilena, más que entre propuestas ideológicas, se da entre las alternativas políticas de aquellos que proponen una opción heredera del modelo creado por el pinochetismo y los poseedores de una fórmula similar, pero revestida de carácter social, que por el momento no ha logrado ni marcar distancias respecto a la anterior ni demostrar sus supuestos beneficios.

 

 

La propuesta electoral de la derecha no nos interesa. No tanto por conocida como por  su reiterativa necedad.

 

Si nos interesan y preocupan  las propuestas que, bajo el concepto de “Nueva Mayoría”, se utilizan para convocar a la sociedad a respaldar un proyecto político que hipotéticamente representa el allendismo en versión renovada.

 

Pienso que no se podría  inferir lo novedoso únicamente porque se suman nuevos aliados, sino que la categoría de “nuevo”  sólo sería posible si nos encontráramos ante propuestas frescas, adecuadas a la realidad que vive Chile hoy en el contexto internacional.

 

Y francamente no veo en el proyecto de Michelle Bachelet y sus aliados más que la reiteración de buenas intenciones y propuestas que no por legítimas ameriten el adjetivo de nuevo. Creo que estamos ante la misma versión de hace cinco años, aderezada con un lenguaje que quiere ser renovado, pero que no lo logra por carecer del requisito básico: no tiene ni el menor asomo de una autocrítica de los errores y deficiencias del último período de la fenecida Concertación.

 

Me pregunto cómo decide hoy su voto la izquierda chilena y reconozco el valor de los que superan la disyuntiva. Votar hoy en Chile es dramático, así como es dramático y honroso ser de izquierda. 

 

Votar hoy a favor del bloque que se reivindica de izquierda es duro. Votar implica dar un aval a una institucionalidad heredada del horror de la dictadura que mantiene latente el chantaje de la violencia militar.

Votar por la izquierda, hoy en Chile, exige aceptar la convocatoria de la Socialdemocracia y la Democracia Cristiana, que fueron pivotes de la Concertación y que hoy, bajo el nombre de Nueva Mayoría, pide que se haga omisión de sus inconsecuencias y que se le respalde bajo la ilusión de que esta vez – y ahora si – se darán los pasos para romper con el modelo neoliberal, cambiar de fondo la Constitución heredada de Pinochet y se dará prioridad a las reivindicaciones de los estudiantes, de las mujeres, de los indígenas y de todos los sectores sociales que esperan turno en un proceso de arreglos políticos cupulares que no acaban de entender.

 

 

Apoyar las candidaturas de la izquierda hoy en Chile significa darles un voto de confianza de que serán capaces de exigir a las Fuerzas Armadas una reconversión que democratice sus estructuras y formar a sus miembros en el irrestricto respeto de los derechos humanos.

Estas reivindicaciones se antojan imprescindibles. Mucho se ha tardado la llamada transición democrática chilena en lograrlo, en parte por la debilidad de la izquierda social y en buena parte porque el pacto que abrió paso a esta transición así lo contemplaba.

 

Tomemos por ejemplo la demanda de una Asamblea Constituyente. Las instituciones heredadas de la dictadura la dificultan al extremo de retardarlas por  dos décadas.

 

En mi opinión, la izquierda chilena actual paga todavía los costos del “pecado original” de su cúpula política, que le permitió regresar a la vida política y de allí al gobierno. Está limitada, casi incapacitada, para levantar un programa de justicia social y participación democrática, por temor a que la oligarquía, las Fuerzas Armadas y el apoyo de EEUU nuevamente impidan brutalmente que se hagan realidad esas aspiraciones.

 

La democracia chilena actual es hija del miedo, del chantaje y la negociación super-estructural. Tanto en sus modalidades institucionales como en las propuestas y promesas electorales subyacen las concesiones que se hicieron desde un inicio. Eso explica en parte lo limitado y temeroso de las propuestas de las diversas candidaturas.

 

La idea de democracia del Chile actual es fruto del miedo y el agotamiento. El deseo de la paz y la justicia social se travistió en una coexistencia que pagaba un simulacro de democracia a cambio de impunidad. 

 

Sin duda que la democracia chilena actual constituye un avance en términos comparativos con la dictadura. Pero está muy lejos de hacer justicia a los que sacrificaron su vida por ella y sin duda dista mucho de parecerse al Chile socialista y popular que proponía Allende y del cual la izquierda actual se reclama legítima y única heredera.

 

 

 

 

¿Significa esto que está todo perdido? Quiero pensar que no. Quiero creer que más allá de propuestas socialdemócratas y socialcristianas de diverso color y pelo, hay otras fuerzas que aún crean posible la formación de una fuerza social y política que exija a la candidata de la izquierda la convocatoria de una Asamblea Constituyente y a partir de allí, iniciar  una verdadera transición democrática que incluya rechazar definitivamente el chantaje de las Fuerzas Armadas, el castigo a todos los culpables de crímenes contra la humanidad y violación a los derechos humanos.

 

Una fuerza social y política que otorgue una generosa jubilación a los agotados, desgastados y sempiternos líderes de la izquierda tradicional, para dar paso a nuevas generaciones de dirigentes y nuevas formas de dirección.

 

Recordemos que en sus inicios el presidente Allende y los principales dirigentes de la Unidad Popular sabían que el programa de transformaciones junto con ser progresivo, sólo era realizable asumiendo el costo de socavar permanentemente el sistema institucional vigente en los años 70.

 

En el sistema político chileno no pueden seguir cohabitando las aspiraciones de un modelo que priorice los intereses de los trabajadores y sectores más explotados por el neoliberalismo con una minoría que encuentra su legitimidad política y de clase justamente en la aplicación del modelo neoliberal.

Para ilustrar esto, pongo como ejemplo la aplicación de la ley antiterrorista que resulta inadecuada, ineficaz, y violatoria de derechos humanos y garantías constitucionales, particularmente en el caso de los mapuches.

En el supuesto de que hubiera que sancionar acciones de violencia de jóvenes estudiantes o mapuches es suficiente la legislación penal ordinaria.

 La aplicación de esta herencia del pinochetismo no sólo es ineficaz, es discriminatoria y racista porque conlleva una estigmatización del propio pueblo mapuche.

Quiero terminar aludiendo a las luchas de los estudiantes. Aunque muchas veces difiero de sus métodos de lucha, comparto plenamente sus reivindicaciones básicas.

Y en un nuevo recuerdo del pasado cito al presidente Allende que en 1971 dijo:

En cuanto a establecimientos particulares de enseñanza que imparten la educación pagada, el Gobierno de la Unidad Popular también garantizará el respeto y cumplimiento de las normas constitucionales y legales, pero deben integrarse al sistema nacional de educación. No creemos que deba aceptarse que la educación sea considerada un negocio, y por lo tanto, velaremos para controlar los cobros que allí se hacen y para que, al mismo tiempo, la educación pagada no represente una segregación, desde el punto de vista cultural, para los niños de Chile”.

 

No es necesario abundar que los sucesivos gobiernos de la Concertación no honraron ese compromiso y que las movilizaciones estudiantiles han sido un exponente claro de esa indefinición.

 

Más allá de votar en las próximas elecciones, hay que decidir, hay que generar la fuerza necesaria para resolver la disyuntiva que la izquierda no supo, o no quiso, resolver en los años setentas. Es cierto, hoy las condiciones son distintas, pero las exigencias siguen siendo las mismas.

jueves, 19 de septiembre de 2013

El arte a partir del dolor


40 aniversario del Golpe de Estado en Chile

El arte a partir del dolor

Daniel Martínez Cunill

 

“El arte más poderoso de la vida,

es hacer del dolor un talismán que cura”

Frida Kahlo

 

En el marco de las conmemoraciones del 40 aniversario del Golpe de Estado en Chile, asistimos a una presentación del Grupo de Danza Contemporánea de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM “En resistencia”. No llegamos  para recordar el dolor, fuimos a compartir una creación artística que nos sirviera de memoria y de sosiego.

Tuvimos la grata sorpresa de ver la impresionante coreografía de tres entusiastas herederas de Frida Kahlo, que recogen la virtud de hacer desde el dolor señales de optimismo y con su creación ayudarnos a recuperar confianza en la humanidad. Ellas hacen arte con sus cuerpos. Su interpretación del ensayo escrito “Diario de una tortura”, en una pieza de danza convirtió el relato de torturas pasadas en un retozo de esperanzas futuras.

Hace algunos años, una revista chilena preguntó a Yayoi Kusama, pintora japonesa residente en Estados Unidos: ¿Si usted no pudiera seguir siendo una artista, a qué se dedicaría? Respondió la creadora: Me suicidaría.

Por fortuna el espíritu latinoamericano es muy distante del asiático y en nuestra cosmovisión no todo es tan dramático. Pero tenemos el común denominador de recurrir a diversas formas de expresión artística para atenuar el dolor, crear fórmulas elusivas de olvido, para posponer en el tiempo el tener que evocar los fantasmas del pasado.

Sin embargo cuarenta años de distancia del Golpe de Estado en Chile y la muerte de Allende, cuatro décadas de diáspora, desencuentros y reconciliaciones inacabadas, nos ponen cara a cara con nuestras debilidades y nos reclaman nuevos abordajes.

En “Diario de una tortura” procuré explicar que la tortura es una experiencia individual y a la vez  de grupo. Traté de compartir -de alguna forma- la idea de que enfrentar a los torturadores también es una acción de resistencia colectiva.

 

 

 

Sometidos a la violencia de nuestros verdugos nos vemos enfrentados a nuestro dolor y al desafío de resistir como individuos, como militantes, como seres humanos que quieren preservar su dignidad. Al mismo tiempo hay otro desafío, que es no defraudar a los que están en libertad y esperan de nosotros el silencio. O enfrentar los abusos con integridad para poder reclamar a otros prisioneros, iguales a nosotros, que se sumen a esa silenciosa y embrionaria forma de resistencia al poder brutal.

El dolor, que fue origen de resistencia popular y alumbró caminos de libertad, evolucionó en estos años hasta ser capaz de generar belleza. Testimonio de desdichas, sirve de estímulo para la literatura, la plástica, la música y la danza.

“Diario de una tortura” da cuenta de una vivencia concreta, pero convertida en danza se eleva del dolor y de la muerte a un canto de lucha por la resurrección y, espero, también por la insurrección.

El dolor, por la vía del arte se transforma en manifiesto, en denuncia universal y eventualmente en su antítesis: el gozo.

El curso de la historia de nuestra diáspora chilena no ha cesado de ser manifestación del dolor, de muerte y asesinatos, de los nuestros y de los ajenos. De chilenos, argentinos, uruguayos. Y más tarde de palestinos, congoleses, sudafricanos y haitianos, nicaragüenses y salvadoreños, en una temática de compromiso por el cambio social que resulta inagotable y que pone a prueba hasta las más firmes convicciones.

Gracias a la capacidad de hacer arte desde el dolor, desde el amor y el desamor; gracias a la belleza que brota del sentimiento, aunque a veces pareciera que nos han destrozado el corazón, hemos llegado a que la suma de emociones se convierta en composición, rima, pasos de danza, notas o pinceladas. Felicitamos a estas artistas/militantes de la solidaridad que han convertido un momento terrible en un acto de amor.

miércoles, 17 de abril de 2013

Venezuela: Lecciones de las elecciones


Venezuela: Lecciones de las elecciones

El estrecho resultado de las elecciones en Venezuela, casi empate con un 1,6 % de diferencia, relativiza el triunfo de Maduro y envía varias señales:

1.    El carisma y liderazgo del presidente Chávez, sumado a los resultados concretos en el orden social e incipientes avances en la construcción de un proyecto de democracia popular, permitieron ganar las últimas elecciones y neutralizar a los sectores más fascistas de la derecha venezolana.

2.    La correlación de fuerzas favorecía al proyecto bolivariano con una cifra cercana al 10% electoral y probablemente superior en los estamentos más jóvenes y pobres de la sociedad.

3.    La mala estrategia de propaganda de Maduro, vinculada de manera muy elemental a la imagen del Comandante muerto, y otros errores hicieron que esa diferencia desapareciera.

4.    Lo ajustado del resultado genera nuevas condiciones para Capriles y el proyecto neoliberal encabezado por EEUU que busca revertir la Revolución Bolivariana en Venezuela y la Región.

Un eje de la ofensiva anti bolivariana es el cuestionamiento al CNE y al sistema electoral venezolano desde el Departamento de Estado norteamericano. Aunque la Fundación Carter afirma que el sistema electoral venezolano es el más fiable y transparente, la prensa de derecha nacional e internacional se hace eco de los alegatos de la oposición.

En Venezuela el 80% de los medios está en manos de la oposición (aproximadamente un 70% de las audiencias) y las grandes corporaciones mediáticas internacionales también responden al proyecto estadounidense. De esta manera, los primeros enfrentamientos para un eventual derrocamiento de Maduro se dan en el terreno de la propaganda donde el chavismo comete errores y tiene menos fuerza que sus adversarios.

Al mismo tiempo se estigmatiza a los seguidores de Chávez de ser los violentos, extremistas, que reemplazan la protesta democrática por el uso de la fuerza. Al mismo tiempo ubica a los seguidores de Capriles en el papel víctimas que deben enfrentar el abuso de poder del Gobierno para defender la democracia.  

La estrategia contrarrevolucionaria que promueve EEUU se basa en los conceptos tradicionales de que dos fuerzas políticas con fuerzas casi empatadas deben “negociar”. Algo así como una concertacesión mexicana, donde el PRI acordaba entendimientos y cuotas de poder con el PAN. En su contraofensiva EEUU y Capriles andan buscando un “pacto” homologando la situación de Venezuela a la de otros países donde el poder y la gobernabilidad se pueden negociar. Pero eso sólo es posible en países donde los proyectos políticos en disputa no tienen grandes diferencias ideológicas de fondo. Como Demócratas y Republicanos en EEUU, Liberales y Conservadores en Colombia y otros casos similares.

En Venezuela estas tesis son inviables porque lo que se está confrontando son dos proyectos diametralmente opuestos. Se trata de dos propuestas antagónicas, donde está en disputa la hegemonía de un sector popular con un proyecto socialista contra una oligarquía neoliberal con estrechos lazos con el imperialismo norteamericano.

De allí la importancia del estrecho margen del triunfo electoral ya que la propaganda estadounidense hace aparecer como  lógico que - al no haber gran diferencia de votos - un pacto es lo acertado. En esa “lógica/ilógica" negarse a pactar hace aparecer a los herederos de Chávez como intransigentes y antidemocráticos.

Es en este contexto que el reclamo de voto por voto  termine por parecer razonable bajo dos argumentos:

·         Si el triunfo de Maduro es indudable, no debería haber inconveniente para volver a contar los votos y así ratificar la victoria.

·         Si los resultados son confiables, primero se deberían recontar los votos y luego proceder a la toma de poder por parte del vencedor.

Pero detrás de estos supuestos argumentos se esconde una trampa. Ni el CNE debe acceder al recuento total del voto ni el presidente Maduro debe postergar su toma de posesión.

Si el CNE acepta el recuento total de votos reniega de todo el sistema electoral venezolano que está totalmente automatizado y en todo el proceso efectúa 14 auditorías en el 54% de las mesas. Justamente la seriedad del sistema electoral es la garantía de la soberanía popular en Venezuela. Por eso es que Capriles no ha querido dirimir el asunto en los tribunales sino en la prensa, ya que no prosperarían sus denuncias de fraude.

Por esas mismas razones es que el presidente Maduro no puede posponer la toma del poder porque estaría dando razón a sus adversarios que saben que no van a ganar las elecciones sino que van a ganar espacios para seguir con su estrategia golpista.

La manipulación mediática quiere presentar al vencedor de las elecciones como un “mal perdedor” y a la violencia pro golpista como resultado de la violación a la voluntad popular.

 

domingo, 31 de marzo de 2013



El complejo de Kaesong, una zona de cooperación económica e industrial entre Corea del Norte y Corea del Sur, siguió funcionando normalmente el Domingo, 31 de marzo, a pesar del anuncio de Pyongyang de estar en un "estado de guerra" con Seúl. "No hay ningún problema por el momento en las operaciones de complejo de Kaesong", dijo a la AFP un portavoz del Ministerio surcoreano de Unificación, encargado de las relaciones entre los dos países.

Pyongyang había amenazado el sábado con cerrar el complejo, en medio de una gran tensión en la península. "Vamos a cerrar el sitio industrial sin dudarlo si Corea del Sur trata de agredir nuestra dignidad, aunque sea a la ligera", dijo la autoridad, quien agregó que el destino del complejo depende "totalmente" de la actitud de Seúl.

El jueves, los surcoreanos que se dirigían al área dijeron que estaban preocupados después de la escalada belicosa del vecino del norte. "Estoy un poco nervioso, pero cuando fui allí ayer, era como antes", dijo un trabajador, citado por AFP. "Los trabajadores entran, pero en mi opinión, la tercera prueba nuclear fue un punto de inflexión. No me siento tranquilo cuando estoy allí", añadió otro.

A pesar de todo es difícil imaginar que Pyongyang cierre Kaesong, que genera más de un millón y medio millones de euros al año, suficiente para reducir la dependencia de China. Se trata de un área industrial situada a diez kilómetros al interior de Corea del Norte. Fue fundada en 2002 e inaugurada en 2004, en un deseo simbólico para establecer una cooperación entre las dos Coreas. En la actualidad alberga a más de 50.000 coreanos del Norte que trabajan para las pequeñas empresas de Corea del Sur, principalmente en el sector manufacturero (ropa, zapatos, relojes, utensilios de cocina ...), y algunos ciudadanos del Sur Corea.